Una tarde, en uno de esos tantos barrios marginales de este mundo, una madre lavaba tranquilamente la ropa a su único hijo amado. Algunos hombres irrumpieron de pronto en su casa y le dijeron:
- Tu hijo no pasa de un asesino. ¡Él acaba de matar a alguien¡
La madre no creyó en lo que hubo oído y siguió su labor. Pero otro hombre llegó poco después y confirmó:
-Si¡ Si¡ Él es un asesino.
La madre, sin embargo, continuó tranquilamente.
-No – dijo ella, prosiguiendo en el trabajo –no; Confío en mi hijo.
Se verificó, más tarde, que las noticias eran falsas.
Cuando la fe verdadera entre padres e hijos, marido y mujer, discípulos y maestros no existe…. Sobrevienen el mal, pero la verdadera confianza no se expone, no se cuenta, no se certifica, no se muestra.
La madre no creyó en lo que hubo oído y siguió su labor. Pero otro hombre llegó poco después y confirmó:
-Si¡ Si¡ Él es un asesino.
La madre, sin embargo, continuó tranquilamente.
-No – dijo ella, prosiguiendo en el trabajo –no; Confío en mi hijo.
Se verificó, más tarde, que las noticias eran falsas.
Cuando la fe verdadera entre padres e hijos, marido y mujer, discípulos y maestros no existe…. Sobrevienen el mal, pero la verdadera confianza no se expone, no se cuenta, no se certifica, no se muestra.
Autor: Fabian Guzman Sanchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario