Cuando Cándido llegaba de pescar y caía la noche, le
gustaba observar las estrellas. Desde pequeño siempre las observó y siempre
quiso tenerlas. Todos saben que tener una estrella es imposible. Pero esto no
le importó a Cándido, él quería con todo su corazón poseerlas.
Una vez, que estaba en el pueblo, escuchó desde la calle a una maestra hablarles a sus alumnos de la imaginación. Ella decía que la imaginación era muy importante, por que era la facultad del alma para representar imágenes de las cosas reales o ideales.
Así que cada noche Cándido se iba al jardín de su casa con un plato hondo lleno de agua, y miraba y miraba embebecido el reflejo del brillo de las estrellas y con una gran cuchara de sopa, devoraba una a una y después tendía su red y se quedaba dormido allí, creyéndose el firmamento.
Pero resultó que Cándido comió tantas pero tantas estrellas; que estas se apretujaron mucho y se convirtieron en un agujero negro en su estómago y el pobre murió por culpa de su imaginación.
Una vez, que estaba en el pueblo, escuchó desde la calle a una maestra hablarles a sus alumnos de la imaginación. Ella decía que la imaginación era muy importante, por que era la facultad del alma para representar imágenes de las cosas reales o ideales.
Así que cada noche Cándido se iba al jardín de su casa con un plato hondo lleno de agua, y miraba y miraba embebecido el reflejo del brillo de las estrellas y con una gran cuchara de sopa, devoraba una a una y después tendía su red y se quedaba dormido allí, creyéndose el firmamento.
Pero resultó que Cándido comió tantas pero tantas estrellas; que estas se apretujaron mucho y se convirtieron en un agujero negro en su estómago y el pobre murió por culpa de su imaginación.
Autor; Fabian Guzmán Sanchez
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